VEINTE AÑOS

30 de junio de 2017

Ocho mil trecientos sesenta y dos.

   Estoy viviendo en un trigésimo noveno piso. Si me levanto tarde, o con lo justo, me cambio, agarro mis llaves, tarjetas, y todo lo demás, corro hacia el balcón, manoteo el paracaídas y salto. El vértigo y el viento me terminan de despertar. Abro el paracaídas y voy surcando los edificios con cautela. Sí, la ciudad esta repleta de edificios. No hay casas y se ven muy pocos espacios verdes. Los aviones sobrevuelan muy en lo alto y el río se conserva, cruzando la ciudad de punta en punta. Pero a nadie le interesa, aunque sus aguas ahora sean cristalinas. A través se pueden ver los peces. El pasto a los costados esta siempre verde. Todo es hermoso porque nadie tiene tiempo para arruinarlo. Yo no puedo llegar ni un segundo tarde. Apreciar todo esto ahora ya me sacó medio segundo. Si me echan termino en la calle, no hay otra opción. Y los que terminan en la calle de alguna forma desaparecen. Los llevan y los matan. No hay vagabundos. El trabajo es uno solo desde que naces hasta que te morís. Duermo cuatro horas y trabajo veinte. No soy el único que se levanta tarde. Doy una vuelta y veo varios paracaídas planeando por la ciudad. Paso cerca de un hombre vestido de traje. Me mira y me dice: "La verdad que es más facil así. Me cambio tranquilo y cinco minutos antes me largo. Todavía no me puedo acostumbrar al sistema de transporte. Es un quilombo." Veo como hace un giro rápido y aterriza en un gran ventanal del edificio 8362. Yo ya llego tarde y no me di cuenta. Pero tengo hasta tres veces para llegar tarde y esta es la última. Me entretuve pensando en todo esto. La vida esta bien así. No me la puedo imaginar de otra forma. No te puedo imaginar a vos teniendo tanto tiempo libre. No sé que hacés. Seguro dormir todo el día. ¿Qué otra cosa podrías llegar a hacer?

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