VEINTE AÑOS

7 de febrero de 2018

Vos necesitas irte.



   Ella desaparece. Él se levanta y se sube el cierre de la campera porque hace frío. Ahora toda la gente parece triste. Todos están tristes por dentro. Tristeza y enojo. Enojo e impotencia. Hay una masa de personas desequilibradas. Nadie parece ser igual a nadie. Blancos, negros y grises. Él camina y llega a un grupo de personas. Seis o siete, todos parados en ronda, con sus pies sobre el pasto. Hay un árbol atrás, con una luz roja y una barra que lo rodea. Las paredes laten por la música fuerte. Él frena y escucha, pero su rostro se pone serio y deja de escuchar. Mira cada una de las caras, tristes y feas. Rasgos raros. Pieles dañadas. Falta de altura. Silencios. Debilidades. Mentiras.
   El frío frena y el cierre de la campera baja. El grupo se disuelve en una motivación que no va a servir para nada. Sólo hizo dos pasos cuando ella volvió a aparecer.
 
   -¿Qué haces acá?
 
   Pero no hay respuesta, nuevamente. O, si la hay, él no la escucha. Su boca se mueve, pero está en mudo. Interpreta sus palabras invisibles. Y las entiende. Le contesta: “Vamos para allá.” Su mano agarra la de ella, pequeña, blanca e inexistente. La lleva, empujando personas, ahora con un motivo engañosamente real. Un patio y su suelo cubierto de pequeñas piedras blancas. Un sillón forrado de cuero artificial. Un “Nos sentemos acá.” y una mirada a sus ojos transparentes. Una sonrisa a sus dientes. Un enfoque irreal. Todo el mundo parece desaparecer por la sensación de soledad. Un egoísmo puro que lo envuelve cuando, entre risas, se abrazan. Otra vez en sus ojos y una catarata de palabras que no sirven absolutamente para nada. Una avalancha de sentimientos sin posibilidad alguna de expresarlos. Una depresión. Un beso que no existe, de ninguna forma. Sus labios que se tocan en otra dimensión difícilmente cierta. Su cabeza rogando para que distinto.
 
   -Desaparezco con vos.- Le dice él.
 
   Y es otra negación, aún más dolorosa que la anterior. La sumisión está mal. La debilidad está mal. Ser maleable está mal. La falta está mal. Entonces basta.
 
-Bueno, andate.- Dice él.
 
Y se levanta, y camina y se va. Y los ojos de ella se clavan en su espalda y sus pupilas de mentira se dilatan, y desaparece.
   El mundo está feliz ahora. Todos tienen a alguien. Cruza la salida y espera. Espera ver un taxi que lo lleve a su casa.   

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