VEINTE AÑOS

29 de marzo de 2016

Sangre-amor-y-lágrimas.

Lo besó antes de que se pudiera resistir.
Después de decirle las cosas que se callaba.
El beso fue breve e intenso,
pero hizo rebrotar la furia.
Una mano por el aire.
Forcejeo.
Descontrol de bronca.
Te odio.
Y una fuerza sobrehumana apareció
e hizo tirar al otro al suelo.
Y hubo golpes de puño.
Hubo rostros rojos.
Ojos inyectados de sangre.
¡Pará! ¿Qué te pasa?
Te odio. Morite.
La calle se esclarecía.
La gente miraba y no hacia nada.
Hasta que el odio fue paz.

Y fue sangre, amor y lágrimas.

Uno se levantó y amagó con irse.
El otro se quedó en el suelo mirándolo.
Y se empezó a reír.
El otro no lo acompañó.
Lo miró con los ojos bien abiertos.
Todo le parecía de película.
Estaba enfermo.
Y estar enfermo era estar loco.
Y estar loco era ser anormal.
Y ser anormal era ser raro.
Y la rareza era diferente.
Y a la diferencia, curiosidad.
Misterio.
Atracción.

El del suelo se levantó.

De la cara roja
le caían gotas.
Manchones oscuros
color borgoña.
Escupió al suelo
y se limpió la boca
con la muñeca.
Caminó y sentía dolor.
Cinco pasos lo separaban del otro.

Sangre.
El otro lo veía venir
y no se pudo alejar.
La pelea no iba a renacer.
Sintió lástima.
Compasión.
Las pupilas se le dilataron.
Estaban encimados otra vez.
El beso resucitó
de entre los muertos.

Amor.
Pararon y hubo silencio.
Hubo confusión.
Hubo un abrazo.
Hubo dolor.
Sonó una canción.
Y el alma más débil
se partió.
Entonces

Lágrimas.

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