VEINTE AÑOS

27 de abril de 2017

Una chica con el pelo gris.


   No alcancé a verla muy bien. Su pelo parecía ser entre blanco y algo de verde. Tenía puesta una remera blanca de talle grande y calzas negras. En la mano llevaba una botella de gaseosa de dos litros. Le dije a Mecho:
   
   -Mirá esa chica.
   -¿Quién?
   -La que va caminando allá.
    
   Mecho miró, pero la chica justo habría una reja y entraba a su casa. Yo la vi un poco mejor. Tenía el pelo corto y unos RayBan negros le cubrían los ojos. Era alta y delgada. Me quedé pensando en ella un rato largo, después la olvidé.
    
   Mecho se levantó lentamente y se desperezó. –Voy a ver si lo encuentro a Juan.- Me dijo y se fue. Yo seguí sentado, saqué un cigarrillo y lo prendí. Estaba divagando cuando volví a ver a la chica de pelo gris. Venía caminando por el medio de la calle. El sol resplandecía en un típico mediodía de verano. Pasó por al frente mío y entonces me levanté y la seguí. Apuré el paso para igualar el suyo y cuando estuve al lado, la saludé. Me devolvió el saludo y me dedicó una breve mirada. Apagué el cigarrillo y lo tiré al piso. De uno de mis bolsillos saqué una bolsita con caramelos de goma.
    
   -¿Querés?
   -No, gracias.
  
    No parecía ir apurada. Le pregunté a donde iba y me contestó que a la farmacia de a la vuelta. Me callé dos segundos.
    
   -Nunca te había visto por acá.
   -No soy mucho de caminar por el barrio. Salgo para lo esencial nada más.
   
    Le pregunté qué hacía de su vida y me contestó que estudiaba comunicación social. Ella me preguntó a mí y entonces le dije:  
    
   -Soy albañil.
   
   Volvió a mirarme, pero no fue una mirada despectiva. Pensé en algún chiste, como decirle que era maestro mayor de obras. O que al Sheraton lo había construido yo. Pero no le dije nada. La conversación se iba a volver una mierda.

***

    Estaba triste por una mujer que si lo valía. Me aparté de la parada del colectivo, saqué mi teléfono y le mandé un mensaje de audio. Volví a la parada y después de un momento desistí en seguir esperando. Hice seña a un taxi, me subí y le dije a la chofer la dirección de mi casa. En la radio sonaba una canción conocida y al mirar a la mujer que manejaba, mientras ella tarareaba y seguía el ritmo del tema con sus dedos, me di cuenta de que la conocía. Dudé unos segundos porque su pelo ya no era del mismo gris. Ahora estaba oscuro, tal vez sin teñir. Llevaba unos lentes grandes, transparentes y de marco grueso. Tenía el pelo más largo y recogido con una colita. Miraba su buzo azul mientras pensaba en qué decirle para sacar conversación y distraerme un poco, cuando ella bajó el volumen de la radio.
   
    -Perdón, estaba muy fuerte.
    
   Le dije que estaba bien, que no me molestaba. Entonces le comenté que era raro ver una chica como ella manejando un taxi. Temí que le resultara sexista pero lo tomó de buena forma. Se rió y me dijo que todo el mundo le decía lo mismo. Me empezó a contar sobre cómo había terminado manejando un taxi y el viaje se hizo tremendamente corto. Sumidos en la charla, justo cruzando una esquina casi chocamos contra una moto que venía sin luz.
    
   -De algún lado te conozco.- Le dije finalmente.
  
    Ella encendió la luz de techo y se dio vuelta para mirarme de frente. Yo busqué mi billetera.
   
    -No lo puedo creer. Sos… ¿el albañil?
   -Era. Ya no soy más.
   -Que cambiado que estás chabón.
    
   No hice más que asentir y darle la plata justa con una sonrisa. La verdad, no sé como se acordaba de mi. Pensé en pedirle su número. Pensé en preguntarle si todavía vivía en el mismo lugar. Pensé en preguntarle un montón de otras cosas pero yo ya era otra persona. Y mi corazón estaba adentro de mi teléfono celular.   

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