VEINTE AÑOS

23 de agosto de 2017

En el final del mundo. Caída.

    Estaba sentado, pensando en el final del mundo. No el de las peliculas, con meteoritos y terremotos. Sino en el final, ahi donde todo termina, donde se acaba. Donde no hay mas nada. El límite. El borde. La curiosidad no mató a ningún gato. Me levanté del piso y salí para afuera. Hace dos semanas que estoy acampando en el final del mundo. Es un lugar desértico donde no hace frío ni calor. A la noche el cielo se llena de estrellas en una oscuridad increíble. Recuerdo cuando llegué, un gran cartel anunciaba: Bienvenidos al fin del mundo. Población: vos. Saque mi carpa, la armé y me quedé. Los días fueron pasando como un torbellino y las sensaciones que me producía ver esa linea, día y noche, incrementaban mucho mis ganas de cruzarla. No era nada. Solamente tenía que estirar un pie, despues el otro, y listo. Ya estaba del otro lado del mundo. El principio de otro mundo, capaz. Entonces caminé, pero los pasos fueron lentos y dubitativos. Era cruzar, nada mas y nada menos, que esa linea que hacía terminar este mundo. No sabía lo que pasaría del otro lado. Cualquier cosa me hizo ansiar y acelerarme. La carpa, la mochila y todas las cosas que tenía, las dejaba atrás. Para siempre.

   Los dedos se me congelaron al instante. Te toqué pero, aún asi, no se me calentaban. Tu temperatura era distinta a la mía. Por alguna razón, no nos contagiabamos más. Dudé si realmente eras vos la persona que me recibía de este lado. Pero no podías ser otra. La arena era gruesa, el viento frío y el abrazo fuerte y lento. Balanceandonos. Tu verde seguía siendo el mismo verde, pero capaz, eran de mentira. Una mentira que inventó el tiempo. La desesperación se cayó y tiró todos los edificios de una sola vez. Rebotó, se hundió, pasó entre medio de tus pies y terminó abajo de los míos. No rozó ni un poco los tuyos. El mar empezó a subir, llevandosé los escombros y yo seguía preguntandomé por qué. Tratando de creer  que nada de esto podía ser. Un solo movimiento brusco y si me daba vuelta podía ver la carpa, la mochila y vos. Pero no estabas ahí, estabas de este lado. Siempre en el final del mundo. Siempre al limite. Siempre negro antes que blanco. Pero algunas veces el blanco era tan pero tan brillante que ningún otro color parecía existir. Entonces la arena empezó a ser movediza. La desesperación asomó pero seguiamos los dos, de este mismo lado, y uno en frente del otro, igual. Te volví a abrazar y el viento, y tu piel todavía eran fríos. La arena nos tapaba los tobillos, se acercaba a nuestras rodillas. Tus piernas blancas y una se movió queriendo sacarla pero no podías. Nadie dice una sola palabra. Nos hundimos cada vez mas rápido. La cintura, la panza, el pecho. Antes de que me tocara las manos, las levante y agarré tu cara. Te dije que quería ver todos los detalles para no olvidarmelos nunca. Te corrí un mechón de pelo y entonces los dedos se me prendieron fuego. La arena nos llegaba al cuello. Apretaste los labios, contuvimos la respiración y vi el ultimo color de tus ojos antes de cerrarlos.

   Caímos a un vacío del otro lado. En un segundo tocamos el pasto. Se estaba llenando de mosquitos y yo te dije "Te amo." El suelo se abrió y caimos otro segundo. Nos sentamos en una escalera, nos reímos y nuestros labios se tocaron. Alguien abrió una puerta y las escaleras desaparecieron. Volvimos a caer un segundo. Ahora estabamos en tu cama, todo estaba oscuro. Me dijiste "Te amo" y una lágrima cayó al colchón y lo hizo desaparecer. Caímos de vuelta pero esta vez no no fue un segundo, sino que fueron miles. Fueron horas, fueron días, fueron meses.

   Y nunca más dejamos de caer. 



 

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